Mi mar está en calma. A mi manera, pero en calma.
De repente, me invade una luz extraña que cambia mi horizonte.
Es de intensidades difíciles de equilibrar, un tanto inquietante …pero
envolvente y cegadora.
Cuando ya estoy ciego, me doy cuenta que no es luz clara.
Ya es tarde para protegerse.
El mar se revoluciona, se enturbia, se altera y pierde cualquier orientación,
azotado por violentos vientos y sus bruscos cambios de dirección.
La tormenta arrecia y su efecto devastador es inevitable.
Intento fluir a su ritmo pero voy contracorriente.
Estoy sólo, indefenso y desnudo ante su violencia.
Hay destrucción y oscuridad, una oscuridad muda.
El encuentro con el sólido es brutal. Me golpeo una y otra vez contra esa
masa inerte…pero me dejo agredir a sabiendas de lo que me espera.
Finalmente, la tormenta pasa, se aleja, desaparece…pero su sombra ha
dejado un paisaje desolador.
Estoy confuso, desorientado y me sumerjo en el interior para intentar
entender.
Lo que voy viendo me asusta, es demasiado complejo, pero ahora sé que
forma parte de un proceso para que mi mar se restablezca.
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